Homero, nombre
que en griego significa rehén; Hay una teoría que sostiene que su nombre
proviene de una sociedad de poetas llamados los Homēridai, que literalmente significa “hijos de rehenes”, es
decir, descendientes de prisioneros de guerra; es una leyenda y las pocas
esculturas que se conocen representándolo generan gran desconfianza entre los
especialistas que dudan realmente de si existió o no. Muchos historiadores y
arqueólogos no han llegado a la conclusión sobre si Homero realmente existió o
se trata de un personaje legendario, pues no hay pruebas concretas de su
existencia.

Fue un ícono y un ejemplo a imitar por parte de toda
la colonia artística de su tiempo: artistas, filósofos y sus propios colegas
supieron admirarlo tanto como imitarlo.
Si bien han existido innumerables controversias
respecto de su vida personal y profesional y aún a pesar de no saberse a
ciencia cierta si el popular poeta nació en las ciudades griegas de Cumas, Atenas, Argos, Colofón, Esmirna o
Pilos Itaca , o si de verdad era ciego, tal como lo indicaron sus
sucesores, es imposible no considerar a Homero el poeta más destacado que ha
tenido la literatura clásica en
sus orígenes.
Como pocos personajes
en la historia de la cultura humana; la figura de Homero, el poeta ciego, ha
sido rodeada por un aura legendaria, casi divina. Herodoto creía que Homero
había vivido cuatro siglos antes que él.
Hoy por hoy se ha abierto paso entre los estudios de
la hipótesis de que el nombre de Homero no corresponde a un ser humano común y
corriente. Se cree con este apelativo la tradición ha simbolizado a un grupo de
poetas que tuvieron la responsabilidad de armar en común la enorme estructura
poética que ha llegado hasta nosotros; sean cuales fueren la cuna, la época en
que vivió y el origen del nombre del rapsoda, lo importante es que los poemas
existen.
Las más antiguas noticias sobre Homero sitúan su
nacimiento en Quíos, aunque ya desde la Antigüedad fueron siete las ciudades
que se disputaron ser su patria: Colofón, Cumas, Pilos Ítaca, Argos, Atenas,
Esmirna y la ya mencionada Quíos. Para Simónides de Amorgos y Píndaro, sólo las
dos últimas podían reclamar el honor de ser su cuna.
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